El Escudo Nacional Mexicano

 

“El Escudo Nacional está constituido por un águila mexicana con el perfil izquierdo expuesto, la parte superior de las alas en un nivel más alto que el penacho y ligeramente desplegadas en actitud de combate; con el plumaje de sustentación hacia abajo tocando la cola y las plumas de ésta en abanico natural. Posada su garra izquierda sobre un nopal florecido que nace en una peña que emerge de un lago, sujeta con la derecha y con el pico, en actitud de devorar, a una serpiente curvada, de modo que armonice con el conjunto. Varias pencas del nopal se ramifican a los lados. Dos ramas, una de encino al frente del águila y otra de laurel al lado opuesto, forman entre ambas un semicírculo inferior y se unen por medio de un listón dividido en tres franjas que, cuando se representa el Escudo Nacional en colores naturales, corresponden a los de la Bandera Nacional”.

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Así se describe al Escudo Nacional en el Artículo 2 de la Ley Sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales. Este diseño del muralista e ilustrador mexicano Francisco Eppens Helguera es muy contemporáneo, pues data de 1968. Sin embargo es un símbolo que representa la identidad mexicana desde tiempos prehispánicos…

 

La leyenda dice que los mexicas salieron de la mítica ciudad de Aztlán guiados por Huitzilopochtli, sacerdote que más tarde se convertiría en su deidad solar. Los mexicas habrían de fundar una nueva ciudad en el lugar donde hallaran un águila posada sobre un nopal y devorando una serpiente.

 

Aquella magnífica urbe fue la Gran Tenochtitlan, la que logró ejercer su dominio en todo el centro de México, y la que un par de siglos después sería conquistada por los españoles. Todo eso sucedió donde hoy se encuentra el Centro Histórico de la ciudad de México.

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Para los mexicas, el símbolo del águila devorando una serpiente tenía muchas connotaciones. No sólo fue el referente que aguardaban para fundación de su nueva ciudad. También significaba el triunfo del sol sobre la tierra. Por otro lado, la tuna, fruto del nopal sobre el cual está posada el águila, representaba al corazón humano, y más precisamente, el corazón de los sacrificados al dios del Sol, ofrenda jugosa que aplacaba la sed divina y garantizaba la subsistencia de la vida en la tierra.

 

El escudo de armas que otorgó el rey Carlos V a la Nueva España, jamás pudo imponerse al símbolo mexica. Conforme pasaron los años de la Colonia, políticos y clérigos tuvieron que aceptar la fuerza de este icono no sólo entre los indígenas, sino entre los mestizos, a quienes les gustaba presumir las grandezas pasadas de su tierra.

 

González Chávez cuenta: “La fiebre nacionalista, de la cual se impregnan incluso extranjeros como el historiador Lorenzo Boturini, llega a su clímax. En los primeros años del siglo XIX apenas momentos antes de que diera inicio el movimiento de Independencia, se coloca el águila y la serpiente en las portadas de las catedrales de México y Morelia”.

Desde que Agustín de Iturbide la incluyó en la bandera del Ejército Trigarante, se ha mantenido ahí con diversas variaciones: de perfil, de frente, coronada, con la serpiente o sin ella.

 

El escudo nacional es para los mexicanos la manera más sublime de mantener vivo nuestro pasado. Las civilizaciones prehispánicas, representadas aquí por la mexica, se transforman en algo sagrado que trasciende la conquista, el dominio español y las subsecuentes guerras e invasiones, y nos mantiene unidos en el tiempo.