Se conoce como Guerra de Independencia al conflicto armado que se inició en México en 1810 y terminó en 1821 con la firma del Tratado de Córdoba. Mediante éste, México logró su independencia de España, que lo había dominado durante casi 300 años.

 

A principios del siglo XIX, diversas circunstancias se unieron para propiciar el comienzo de la Guerra de Independencia. Entre las causas externas, tenemos que los ejércitos franceses invadieron España y obligaron al rey Fernando VII a abdicar en favor de Napoleón I Bonaparte. Esta situación creó un conflicto en Nueva España, pues muchos de sus habitantes se preguntaron qué tan legítimo era continuar gobernados por un monarca que no era español.

 

De igual manera, desde varios años atrás, los ideales que planteaban la independencia, libertad y sobre todo, que el pueblo era quien debía escoger su forma de gobierno habían llegado a América y cuestionado la forma de gobierno de las colonias.

 

Entre las circunstancias internas, se encuentran que  los criollos y españoles disputaban una constante lucha por ocupar los mejores puestos de gobierno, que generalmente estaban en manos de europeos, y había enormes diferencias entre las clases sociales, lo que produciría que muchas personas se unieran a las filas insurgentes.

 

Las primeras manifestaciones independentistas de México aparecieron en 1808, sin embargo, no tuvieron frutos hasta dos años después. Por estas fechas, algunos grupos de criollos decidieron que el panorama era adecuado para promover la Independencia del país, entre ellos se encontraban Josefa Ortiz de Domínguez, Miguel Domínguez, Juan Aldama, Ignacio Allende y el cura Miguel Hidalgo y Costilla, quien se mantuvo al tanto del movimiento desde su curato en Dolores.

 

Por estas fechas comenzaron las juntas literarias en Querétaro, en la casa del corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz. Así se les llamaba a las reuniones porque a los participantes se congregaban con el pretexto de discutir sobre arte y filosofía, aunque en realidad planeaban una rebelión. 

 

Después de varias discusiones decidieron que era el momento justo para buscar una independencia y acordaron iniciar la lucha armada el 2 de octubre de 1810 a veremos qué fue los que pasó que tuvieron que cambiar sus planes, los participantes de estas juntas fueron descubiertos. 

 

La conspiración fue denunciada en Querétaro el 10 de septiembre por Joaquín Arias y tres días más tarde en Guanajuato por Juan Garrido. De inmediato, las autoridades ordenaron al corregidor apresar a los conspiradores. Como sabía que su esposa estaba implicada, Miguel Domínguez la encerró en una recámara mientras él se dirigía a aprehender a los hermanos Emeterio y Epigmenio González

 

No obstante, doña Josefa se las ingenió para avisar lo ocurrido a su aliado Ignacio Pérez, y le pidió que alertara cuanto antes a Ignacio Allende. Pero Allende se encontraba en Dolores con Hidalgo, por lo que Pérez solo pudo avisarle a Aldama, los dos cabalgaron toda la noche y llegaron a Dolores el 15 de septiembre. Y alertaron a los líderes insurgentes. Así Hidalgo, Allende y Aldama acordaron iniciar la lucha armada de inmediato.

 

El domingo 16 de septiembre de 1810, en la madrugada, despertaron a los caudillos que sabían que eran fieles al movimiento; llamaron a los alfareros, carpinteros y campesinos y procedieron a aprehender a los españoles que vivían en Dolores.   

 

Acto seguido, Hidalgo hizo repicar las campanas de la iglesia como si llamara a misa, mientras Allende y Aldama se dirigían a la cárcel del pueblo para liberar a los presos y agrandar con ellos las filas del improvisado ejército insurgente.

 

El ejército insurgente empezó su recorrido por el interior del país y logró el control de varias poblaciones como Atotonilco y San Miguel el Grande. Para finales de septiembre todos los lugares por los que habían pasado habían sido tomados sin luchar. Por eso cuando llegaron a Guanajuato, Hidalgo envió una carta al intendente de la ciudad, Juan Antonio Riaño y Bárcena, pidiéndole que entregara la ciudad, pero dijo que no.

 

El 28 de septiembre de 1810 comenzó la batalla. El ejército realista y los españoles se refugiaron en la Alhóndiga de Granaditas, que era una fortaleza. Aunque las tropas insurgentes peleaban con voluntad, estaban en desventaja, al no poder acercarse a la única puerta de la alhóndiga. Al ver esto, un minero del lugar, llamado José de los Reyes Martínez, “El Pípila”, se ofreció a encabezar el ataque; colocó una losa sobre su espalda para protegerse de las balas y luego tomó una antorcha y brea, se arrastró hacia la puerta y la incendió. De esta forma hizo posible el asalto a la fortaleza y la primera victoria del ejército insurgente.

 

Tras la victoria obtenida en Guanajuato, la ciudad de Valladolid fue entregada pacíficamente, ante el temor de un ataque. De ahí, Hidalgo salió el 19 de octubre de 1810, con la idea de dirigirse a la Ciudad de México. En el camino, pasó por el pueblo de Charo, lugar en el que José María Morelos y Pavón lo alcanzó el 20 de octubre. Este sacerdote había sido alumno de Hidalgo en el Colegio de San Nicolás Obispo y le pidió que lo aceptara en su ejército. Hidalgo le encargó iniciar la guerra en el sur del país y le entregó un documento que decía: “Por el presente comisiono en toda forma a mi lugarteniente el señor don José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en la costa del sur levante tropas”.

 

Tras la muerte de Hidalgo, Morelos encabezaría la lucha armada: por su contribución a la Independencia, más tarde sería nombrado el Siervo de la Nación.

 

A finales de octubre el ejército insurgente marchaba hacia la Ciudad de México. Para entonces, ya habían tomado importantes ciudades como Guanajuato y Valladolid. El gobierno virreinal nombró a Torcuato Trujillo jefe de las tropas realistas y planeaba rodear a los insurgentes en el Monte de las Cruces, éstos a mando de Allende, atacaron primero, con lo cual evitaron que los realistas aplicaran su estrategia. La batalla comenzó el 30 de octubre por la mañana y unas horas después los insurgentes empezaron a ganar terreno. Ante esta situación, Hidalgo envió a dos mensajeros para pactar el cese de hostilidades; sin embargo Trujillo decidió continuar la lucha.

 

Para el anochecer, las tropas realistas fueron vencidas y los sobrevivientes tuvieron que huir. Con esta victoria lo insurgentes tenían el camino libre para atacar la Ciudad de México, sin embargo, por razones que se desconocen, Hidalgo prefirió regresar a Querétaro.

 

Una de las primeras acciones de Hidalgo tras iniciar la lucha por la Independencia, fue la abolición de la esclavitud. El 6 de diciembre, en Guadalajara, Hidalgo publicó un decreto en el que ordenaba anular para siempre la esclavitud y poner en libertad a todos los esclavos; también prohibía su tráfico y comercio y condenaba a pena de muerte a quienes continuaran con esa práctica. En el mismo decreto, Hidalgo suprimía los impuestos que se cobraban a las clases más pobres. Este documento tuvo su origen en uno anterior que había redactado el mismo Hidalgo junto con José María de Azorena, en Valladolid apenas un mes antes; es de gran importancia porque fue el primero en nuestro país que reconocía la libertad e igualdad entre los hombres, al asegurar que: “Dios creó al hombre a semejanza suya, con libre albedrío, para que disponga de su persona como mejor le parezca.”

 

Luego de la derrota en Puente de Calderón, Hidalgo y otros caudillos viajaron hacia el norte del país, en busca de más recursos para continuar la lucha. 

 

El 21 de marzo de 1811 los jefes insurgentes llegaron a Acatitla de Baján, donde fueron recibidos por el general Francisco Ignacio Elizondo, quien decía y aseguraba ser su partidario, pero Elizondo los emboscó y los hizo prisioneros. 

El 22 de marzo Allende, Aldama, Abasolo e Hidalgo fueron llevados a Monclova y recluidos; luego se los llevaron a Chihuahua. El 29 de julio de 1811, Hidalgo fue condenado a perder sus votos y a morir. Fue ejecutado el 30 de julio del ese año, en Chihuahua y su cuerpo se exhibió en la plaza del lugar por unas horas; luego su cabeza junto con la de Allende y Aldama, fue expuesta en la Alhóndiga de Granaditas, para que sirviera de escarmiento a quienes apoyaban la lucha de independencia. Y los restos permanecieron en ese lugar hasta 1821.

 

Después de la muerte de Hidalgo, la lucha independentista fue encabezada por otros caudillos entre quienes destacó José María Morelos y Pavón de quien ya hemos hablado y mostró gran habilidad para las estrategias militares y logró numerosos triunfos como el del sitio de Cuautla en 1812 y mató a muchos soldados de las tropas realistas.

 

En 1814, Morelos congregó a los principales representantes del movimiento y constituyó el Congreso de Chilpancingo, en donde fue nombrado Siervo de la Nación; también aquí se decretó la Independencia de México y se hizo el primer documento constitucional del país, pero a pesar de todas sus aportaciones, a Morelos no le tocó ver los frutos de su trabajo y el de tantos hombres porque fue aprehendido y fusilado en 1815.

 

Entonces Vicente Guerrero mantuvo encendida la llama de la Independencia, el inició en las filas insurgentes al mando de Morelos y destacó en varios combates, y después de que Morelos murió varios jefes insurgentes abandonaron la lucha, pero Guerrero se refugió en las montañas del estado que ahora lleva su nombre y desde ahí se convirtió en el principal líder insurgente.

 

Dice una anécdota que su compromiso con la Independencia era tal, que cuando su padre le suplicó que dejara las armas, Guerrero se negó, argumentando “Mi Patria es Primero”. Pero después de tres años de lucha, en 1821, firmó un acuerdo con Agustín de Iturbide y terminó con la firma del Tratado de Córdoba, el documento que le otorgó a México su Independencia.