El Porfiriato fue una etapa difícil e importante en México en la que Porfirio Diaz se adueño de la presidencia durante más de treinta años.

Desde noviembre de 1876 hasta mayo de 1911 tuvo México un solo jefe político, el general Porfirio Díaz. Pero durante cuatro años de este largo período hubo otro general en la presidencia de la República, Manuel Gonzáles, pero en realidad, la jefatura política del país fue conservada por Díaz quien siguió durante su larga gubernatura las mismas directrices políticas de Juárez y Lerdo:

 

  • Mantuvo e incluso acentuó , la secularización del estado;
  • Promovió todo lo que pudo el fomento material del país, y de una manera particular las obras públicas;
  • Procuró conciliar y unir a los diferentes sectores políticos; y se atuvo a la legalidad constitucional, pero observando la constitución… a su manera.

 

Porfirio Díaz en efecto instauró una dictadura constitucional. La dictadura era real y la constitución era la quimera o la fachada con la que pretendía ocultar la realidad.

 

Porfirio Díaz mantuvo cuidadosamente la fachada; pero por medio de mecanismos caciquiles impuso en todas partes a sus candidatos y, a través de sus ministros y agentes, impuso a los diputados, gobernadores etc., lo que debían hacer.

 

Así su voluntad suplantó a todas las garantías establecidas por la constitución, y se convirtió en el motor y timón de toda la nación, además de tener el control de toda la fuerza política, también tenía el control de los militares, para lograr esto, les quitó a los estados los cuerpos armados y organizó un poderoso y disciplinado ejército profesional y puso junto a ellos a una policía federal y una rural para mantener la paz en el campo.

 

Hasta fines de siglo, los acontecimientos políticos más importantes fueron: levantamientos, conspiraciones, rebeliones indígenas, conflictos y arreglos internacionales, y en la época de González, disturbios en la capital motivados por las fallas y la corrupción del gobierno.

 

Durante el régimen de Díaz, México logró considerables avances sobre todo en el terreno económico y alcanzó un auge material sin comparación en su historia. Este gran mejoramiento garantizó la larga paz porfiriana y el tenaz esfuerzo que hizo el gobierno para fomentar la riqueza nacional.

 

Al llevar a cabo este fomento, la administración de Díaz cometió dos grandes errores, que pagaríamos como nación: el de abrir la puerta de par en par a las inversiones extranjeras y el de malbaratar las tierras desocupadas, vendiéndoselas a quien menos las necesitaba.

 

En esa época varias ramas de la producción nacional se desarrollaron enormemente, la minería es la que logra mayor crecimiento y tuvo dos grandes novedades: el desenvolvimiento de la explotación de los metales industriales como el hierro, el cobre, el plomo etc., y la iniciación del beneficio de nuestros yacimientos petroleros.

 

En la agricultura y en la industria no hubo progresos tan sensacionales, en la agricultura hubo aumento en los cultivos llamados de explotación, café, azúcar, henequén y algodón, y en las industrias progresó mucho la de tejidos de algodón; la metalurgia hizo algunos avances en el Norte, donde la ciudad de Monterrey empieza a surgir como emporio industrial.

 

El gobierno procuró contribuir al progreso nacional de tres maneras: realizando obras públicas, atrayendo capitales extranjeros y vendiendo las tierras inutilizadas.

 

La construcción de una amplísima red de ferrocarriles fue el mayor logro de los gobiernos de Díaz y González. Los 617 km. de vías férreas que el país tenía en 1876 se acercaron a 23 000 en 1910. Y por las facilidades dadas por el gobierno para la colocación de capitales en México, nuestro país se convirtió en un paraíso de los inversionistas extranjeros de paises en los que abundaba el capital y que por eso dejaba pocos beneficios.

 

En 1910 el valor de capitales invertidos en las minas, que era más o menos unos mil millones de pesos, alrededor de novecientos millones estaban atribuidos a los extranjeros.

 

Durante el Porfiriato se insistió en atacar el problema de la escasa productividad agrícola por medio de la venta de los terrenos baldíos y de su colonización. Pero a esta operación se le dio una enorme amplitud. Por una ley en 1883 se autorizó la formación de compañías para deslindar los baldíos que luego eran vendidos a las mismas compañías o particulares.

Esta autorización y la venta sirvieron para traspasar inmensas extensiones del país a los potentados o a personas influyentes con nada de ganancia para el país.