Otra de las actividades que llaman la atención es la joyería Olmeca trabajada con pequeñas piezas de piedra verde pulida, los pequeños pectorales que representan cabezas o cuerpos humanos con bocas atigradas, ojos alargados; así como los pectorales con bajorrelieves, los grandes aretes, los colgantes de pirita y hemetita tallada como espejo.

Las piedras preciosas y las semipreciosas ocuparon un lugar muy importante con sus singulares tonalidades de verde, mismas que se convertían en preciadas joyas, delicados ornamentos (adornos) y singulares estatuillas. Los finos trabajos de pequeñas hachas y figuritas labradas en jade y obsidiana.

En un arte oficial, propio de la sociedad muy desarrollada, donde la demanda de las clases altas y poderosas fomentó la aparición de artesanos de dedicación absoluta, solo se dedicaban de tiempo completo a esta labor y especializados en trabajo como la joyería.

Todo el exquisito trabajo en orfebrería y joyería del pueblo Olmeca se difundió a los pueblos vecinos por medio del comercio que se basaba en el trueque de mercancías, esto es que iban a los mercados a intercambiar sus trabajos por otros productos que necesitaran, como alimentos, vestidos etc.

En el México prehispánico no se contaba con animales de carga que ayudaran a transportar la cosecha, la madera, las piedras monumentales que el grupo de artesanos requería para su trabajo, por lo tanto se debe reconocer que todo lo realizaban los mismos Olmecas en el caso de transporte, los comerciantes recorrían grandes distancias intercambiando sus productos en los tianguis o mercados públicos que tenían un día a la semana o al mes para instalarse en una determinada ciudad.

En los tianguis se llevaban a cabo el intercambio de mercancía, de modo que el trueque era la forma de comercio, aunque también se le asignaba valor a los objetos y se podía pagar con la cantidad adecuada de cacao que en este caso se utilizaba como un producto con valor para efectuar una operación comercial.