Según relata Robert Ricard en ‘La Conquista espiritual de México’, el carácter litúrgico de las pastorelas pronto se impregnó de la idiosincrasia mexicana al introducir las flores, los cantos, la música y la danza, a fin de que los indígenas las consideraran como una manera de limpiar el aire de los malos espíritus’.
Ricard detalla que una de las obras teatrales más antiguas que se conocen en América, es del franciscano Andrés de Olmos. Data de 1536 aproximadamente y se intitula ‘El Auto de Adoración de los Reyes Magos’. Fue escrita en náhuatl y se complementó con elementos como la danza y la música. Contaba con trece personajes: el Niño Jesús, la Virgen María, San José, los tres Reyes Magos, su mensajero, un ángel, el Rey Herodes, su mayordomo y tres sacerdotes judíos. Es considerada el primer antecedente de una pastorela. |
Algunas versiones indican que el ‘Auto de adoración de los Reyes Magos’ fue realizada por un grupo teatral integrado por hombres y mujeres, aunque otras fuentes afirman que las mujeres no podían participar en ellas.
Un dato curioso de las pastorelas es que su nombre proviene de ‘pastorella’, palabra italiana que quiere decir ‘pastora’. Seguramente este personaje fue ‘importado’ del Viejo Continente, toda vez que en México se carecía de ganado qué pastorear. Acaso, los campesinos eran quienes más se acercaban al personaje pastoril.
Al paso del tiempo, la creatividad indígena le fue dando un giro muy peculiar a las pastorelas, que se hicieron de personajes distintivos, como los pastores Gila, lideresa del grupo, y Bato o Bartolo, el personaje ignorante y distraído que permite explicar al público el mensaje religioso. Pronto los pastores se adueñaron del escenario y del argumento para crear las situaciones adversas y cómicas a las que tenían que enfrentarse durante su traslado al pesebre de Belén donde había nacido Dios.
A partir del siglo XVII las pastorelas se fueron acomodando a espacios muy específicos y surgieron cuatro categorías: las pastorelas de las iglesias, que conservan su contenido esencialmente religioso y un lenguaje culto. Las pastorelas de las zonas rurales, pícaras e ingenuas, tienen lenguaje rudo y están impregnadas de cierto humorismo involuntario.
Las pastorelas de los barrios y vecindades se constituyen en tradición de familia y han ido poco a poco dejando su lenguaje pulcro para dar paso a otro cargado de sexualidad, sentido irónico, cómico y muchas veces soez.
Por ello, la Santa Inquisición nunca estuvo muy de acuerdo con estas manifestaciones a las que calificaba de irreligiosas, y acabó por prohibirlas en el siglo XVIII, lo que provocó su decaimiento hacia el siglo XIX. Otro factor que afectó su popularidad fue ‘la preferencia que se daba a novedades y modas de origen extranjero y porque siendo la pastorela teatro esencialmente religioso, padeció el desdén de los liberales que formaron la clase dominante del gobierno de Juárez’, según detalla Juan Francisco Arellano Heredia, en su artículo La más antigua tradición en México.
Sin embargo, otro tipo de pastorela permitió la preservación de este género como una expresión artística totalmente mexicana. Esta vertiente, que ya hacía sus pininos en el periodo de la lucha de Independencia, se caracteriza por la crítica social y política implícita en los diálogos de los pastores. Es el tipo de pastorelas que actualmente tienen más auge en las grandes urbes de México.